¿Cómo me doy cuenta si no estoy dibujando a conciencia?
A mi me pasa que cuando no estoy dibujando a conciencia me siento dispersa y el dibujo me empieza a resultar tedioso. Me siento inquieta y surge una cierta incomodidad física, como tensiones y dolores en el brazo o contracturas en el cuello. De repente, busco distracciones como mirar el celular, o levantarme muchas veces a hacer otras cosas. Si en ese momento monitoreo mis pensamientos, siempre descubro que al dibujar estoy en otra sintonía, es decir, estoy con mi mente en otro lado mientras que mi mano intenta dibujar.
Hoy en día, estoy aprendiendo a tomar mi tiempo para hacer que la actividad de dibujar sea placentera y enfocada. Eso quiere decir volver a conectar con la niña que amaba sentarse a dibujar por horas sin pensar en otra cosa. De adulta, y siendo el arte mi medio de vida, en ocasiones me he encontrado sin una gota de disfrute o motivación, y lo atribuyo a lo que mencionaba antes: la incapacidad de concentrarme por estar ocupada en las expectativas.
Cómo reconecto con esa niña que creaba sin presiones es un tema extenso que me llevaría otra entrada de blog, pero puedo decir que tengo una especie de rutina que me va acercando a ese estado de tranquilidad que necesito para lograrlo.
Arranco preparando una rica bebida, luego afilo los lápices, acomodo mi mesa de trabajo y observo mi entorno con atención. Si estoy un poco “acelerada”, además, suelo hacer respiraciones conscientes para aquietar mi mente y mi cuerpo. También me ayuda ponerme auriculares y escuchar música tranquila, o a veces simplemente disfruto del silencio. Cuando entro en un estado de bienestar, comodidad y tranquilidad, observo atentamente mi modelo para entender su estructura y comienzo con los primeros trazos. No pretendo entender todo en el inicio, el dibujo se va a ir desenvolviendo si entro en él plenamente.
El desafío después es mantener esa atención y tranquilidad durante todo el proceso, lo que a veces requiere un monitoreo regular de los pensamientos (si es que es necesario).
Cuando encaro un dibujo así, el proceso es alegre, estimulante y gratificante. Llega un punto en el que dibujo me absorbe y puedo conectarme con mi poder creador. Desde ese lugar, surge mi individualidad y mi artista interior; y si vos intentás sumergirte en el dibujo con tranquilidad y compromiso, también lo encontrarás. Dibujar así da felicidad, y eso siempre se nota en el resultado.
No te voy a mentir, a veces no puedo estar tan “zen”. Hay días que no consigo ese estado, no sólo por cuestiones de concentración sino también por fatiga física, y sé muy bien que esos días no son buenos para dibujar; pero muchos otros sí, y distinguirlos es parte de mi aprendizaje como artista.